Ya no soy una niña, aunque cada segundo esté intentando volver a aquellos días, sé de sobra que ya no habrá valientes caballeros, ni retos, ni un País de Nunca Jamás.
Pero, realmente tengo miedo, en este momento y en cada segundo de mi existencia. Miedo de haber perdido esa última pizca de esperanza en aquel sueño. Aunque tenga que madurar, no quiero creer que todo cambia con el tiempo, que toda la fantasía es una mentira, que las promesas de amor eterno son un engaño y que la alta torre está destruida. Y aún cuando no quiero creer en ello, sigue saltando en mi cabeza esa continua negación de que ya no hay príncipes azules.
Aunque sepa que ya las cosas no serán iguales, me gustaría volver a soñar, volver a creer en que en algún lugar habrá alguien que haya esperado lo mismo que yo, alguien que me salvará de cualquier gigante y cruzará el más grande de los océanos.
Pero ya nadie cruza océanos de tiempo teniendo a la guarra de cada sábado noche en la cama.
¿Por qué la maldita soledad siempre atacará en tus puntos más débiles?
Frustrada,
Nuria.