lunes, julio 12, 2010

Los pies en el suelo


En días como el de hoy es cuando comienzo a dudar si mis pies están realmente en el suelo.

Las vacaciones siguen su rumbo de nada que hacer mezclado con demasiadas obligaciones. Hubo algunos percances como el:

-¿Cuándo hay que entregar la matrícula?
-Hoy...
-Bueno... Sólo estoy a mil kilómetros de distancia...

Pero nada grave, septiembre siempre estará presente en nuestros corazones... Aunque, a decir verdad, me encantaría no tener plaza y así poder decir ya no hay motivos para volver.

No, no quiero volver, me arriesgaré a decir que es lo que más temo hoy por hoy. No sé bien qué sucederá al regresar, si volverán las peleas absurdas, si la gente estará más tranquila, si... bueno, no sé qué pasará, dejémoslo ahí.

Dejando atrás el tema de Ida sin vuelta, me siento algo vacía.
No estoy triste y tampoco ausente, sólo espero ansiosa a que le den una patada a la puerta y me digan "Casémonos y marchémonos más lejos de lo que soñaste nunca.". No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que eso nunca pasará, la gente no suele romper puertas y tampoco tener suficiente dinero para viajar tan lejos en estos tiempos que pasan. Aun así, es un sueño más.

Supongo que por eso mis pies no son capaces de asegurarme de que están pegados al suelo, siento como si hubiese un par de centímetros entre ellos y el suelo, siento que ninguna parte de mi cuerpo toca realmente la realidad.

Creo que me gusta esto de tener un blog. No lo actualizo a diario y eso hace que la gente se olvide de esto y cuando lo leen ya todo cambió.

Me gusta demasiado la idea de pensar que en la próxima entrada todo habrá cambiado.

Todo siempre cambia.

Sin nada más que decir por hoy, me despido.

Adiós,
Nuria.

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