sábado, enero 28, 2012


Será por la gente con la que ando o porque el fin del mundo cada vez está más cerca por lo que todo me saca más rápido de quicio. Detesto esa manera asquerosa de complicar las palabras en inglés que no sabe pronunciar de mi madre, la manera repugnante de solucionarlo todo con un "Bueno, ya le conoces" o un "Jo, ya verás como todo se arregla" de mis amigos, la manera de meterse en la vida de todos esa gente que tanto detesto de clase, la manera de vivir de toda la gente que me rodea.

Es que no soporto esa falta de interés por las cosas importantes, esa obsesión por lo más insignificante, esa continua presión y esa manera de tirar de la cuerda, de asfixiarme con más preguntas y respuestas, lo odio todo. Absolutamente todo y a todos.

Me siento horriblemente sola y aburrida aun cuando estoy rodeada de gente, necesito gritar y golpear y a la vez solo quiero un puto abrazo. No, realmente no tengo ni la menor idea de qué es lo que quiero, pero mientras no me lo pregunten no me siento mal por ello. Ojalá todos desapareciesen y dejasen de hablarme cada maldito segundo de mis días.

Lo único que sé es que en este justo momento lo que me haría feliz sería pasarme tres horas gritándole a cualquier persona y tirarle un vaso a la cara. No quiero que me digan obviedades, ni necesito sus estúpidas palabras banales, ni nada... Sólo necesito que luchen por mí, que crean en mí, que lo hagan de verdad y no por un polvo.

Hace dos años dije que no quería hacerme la tan famosa pregunta de ¿Qué coño hago aquí?, pues aquí estoy, no sé que coño hago aquí. Ni aquí ni en ningún sitio. No sé qué hago ni qué hacer.

Adiós,
Nuria.

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